Para que os dé [Dios], conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu. Efesios 3:16.

Conozco a Rubén desde hace 28 años, mientras ambos cursábamos la carrera de Teología en la provincia de Entre Ríos, República Argentina. Rubén padeció un accidente en su nacimiento que lo dejó cuadripléjico. Depende de la ayuda de otras personas para casi todo. Su mente funciona perfectamente, pero su cuerpo no le responde.

Uno podría pensar que alguien así tendría que ser una persona triste, sombría, apagada, deprimida. Sin embargo, casi me atrevería a decirte que no conozco a una persona tan alegre y positiva como Rubén.

Él podría ser un resentido contra Dios, contra la vida, contra el destino, que le jugó tan mala pasada. No obstante, es un fiel creyente en Dios; un enamorado de Cristo y de la vida, y de la gente. Conozco pocas personas que tengan el amor por los demás que tiene Rubén. Él es una de aquellas personas que, a pesar de sus condiciones y circunstancias, ha decidido “honrar la vida” y, lo que es más importante, honrar a su Salvador, que dio su vida por él en la Cruz. Como decía Viktor Frankl, ha decidido ser “digno de sus sufrimientos”.

Hoy en día tenemos una palabra nueva que define este tipo de actitudes y experiencias: resiliencia. Esta palabra describe cómo muchas personas, lejos de rendirse ante la adversidad, han resistido al sufrimiento, y usan esta adversidad para hacerse más fuertes y maduras.

El Espíritu Santo, lejos de alienar al hombre y conducirlo a la enfermedad mental (como acusan los incrédulos al cristianismo), produce una mente sana, y vidas poderosas, positivas y llenas de la calidez del amor, como dice nuestro texto de reflexión para hoy.

El Espíritu de Dios puede librarte y darte poder para remontarte por encima de tus condicionamientos, y ser una persona libre, sana y vencedora. Solo debes abandonar el papel de víctima, y aferrarte de tu Dios sostenedor, para decidir tu vida y tu destino. ¡Anímate!, porque la promesa de Dios es: “Donde está el Espíritu de Señor, allí hay libertad” (2 Cor. 3:17).

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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