Elí
Por tercera vez llamó el Señor a Samuel. Él se levantó y fue adonde estaba Eli. Aquí estoy -le dijo-; ¿para qué me llamó usted? Entonces Elí se dio cuenta de que el Señor estaba llamando al muchacho. 1 Samuel 3:8.
Podemos recriminarle al buen Elí la mala educación que les dio a sus hijos, pero hay algunos detalles que no podemos dejar de tomar en consideración, por ejemplo: él reconoce un llamado divino.
Elí no está acostumbrado a ver gente piadosa como Ana. Pero, una vez que entiende que es un corazón que se derrama frente al Señor, la bendice.
Eli no tiene los hijos perfectos, pero de alguna manera ayudó a que Samuel “algo así como un hijo adoptivo” pudiera crecer lejos de la pésima influencia que significaban Ofni y Finés.
Creo que el gran problema de Elí es haber amado más a sus hijos que a Dios; así como Adán amó más a Eva, Judas al dinero y tú y yo a nuestros pecados. No me animo a decir que sea una decisión consciente, meditada, apenas lo demostramos con nuestras acciones. La gente del pueblo se acercaba a Elí para quejarse por el trato recibido por parte de sus hijos; él prefería creer en las mentiras que escuchaba de parte de ellos. Aceptar el error de los hijos era aceptar su error. Quizá fuera verdad, pero es mejor aceptar un error o intentar corregirlo que perderse por no aceptarlo.
Un pastor, un profesor, un amigo, un sermón, un libro… Dios usa mil formas para hacernos ver cuál es el problema. Nosotros elegimos escuchar o no. Aceptar o no. El gran problema continúa siendo que amamos más nuestras inclinaciones que a Dios.
El ser humano es así. A pesar de nuestras fallas, hacemos algunas cosas buenas, otras no tanto. El gran secreto del éxito “desde el punto de vista espiritual” no está en esforzarte en hacer más cosas buenas que cosas malas, sino en estar siempre tomado de la mano de Dios.
Si nuestro esfuerzo espiritual se centra en hacer cosas buenas. corremos varios riesgos. El primero, sentir que podemos salvarnos por nuestro propio esfuerzo. Como consecuencia, entender que no necesitamos de Jesús como salvador.
Si nos esforzamos en no pecar, estaremos colocando nuestro esfuerzo en el punto equivocado. Nuestro esfuerzo debe ser para decirle a Cristo que, a pesar de nosotros, él puede dirigirnos.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor
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