El amalecita
“Yo me acerqué y lo maté, pues me di cuenta de que no iba a sobrevivir al desastre. Luego le quité la diadema de la cabeza y el brazalete que llevaba en el brazo, para traérselos a usted, mi señor”. 2 Samuel 1:10.
¡Qué mal cálculo! Los preconceptos nos llevan a actuar de ciertas maneras que, como en el caso del joven amalecita, nos colocan en situaciones más que complicadas.
Este buen muchacho tiene la información correcta: Saúl y sus hijos están muertos. Él está frente a la persona correcta: David, el futuro rey de Israel. Pero saca las conclusiones equivocadas: como ellos son enemigos, si digo que yo maté a Saúl, tendré algún premio. Ese error le costó la vida.
El amalecita partió de ciertas bases verdaderas, pero sin conocer a quien tenía delante. Él no conocía a David; tampoco conocía su historia. Si él hubiera sabido que el futuro rey de Israel había perdonado la vida dos veces al rey muerto, seguramente se habría comportado de un modo diferente. Confiar exclusivamente en nuestro propio entendimiento, creer en el mundo que vemos -apenas- desde nuestro punto de vista, puede ser trágicamente peligroso.
En el caso del amalecita, se suman dos errores fatales: la mentira y la imprudencia. Frente a una situación real, él (imprudentemente) se lanza a contar una historia (mentirosa) con una idea preconcebida, que lo lleva a la muerte. Entendió que esa era una oportunidad única, que no podía dejar pasar. Todo estaba dado para el gran engaño. Por eso dijo: “Yo lo maté”. Las historias de muchos están marcadas por frases tan contundentes como equivocadas.
Estoy seguro de que conoces a “amalecitas” modernos. Creyendo que sacarán alguna ventaja personal, no tienen ningún problema en mentir, agrandar, disminuir, desvirtuar la historia. A ellos les sería bueno recordar lo que dijo Abraham Lincoln: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo’’. Más Importante, recuerda lo que dijo el apóstol Pablo: “No se dejen engañar, de Dios nadie se burla” (Gál. 6:7); a Dios nadie le miente.
No podemos asegurarlo, pero si el amalecita se hubiera quedado con la verdad, seguramente su final habría sido diferente. Hoy es un buen día para quedarnos firmemente del lado de la verdad.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor
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